martes, 19 de julio de 2011

             Orígenes de la prensa
El periódico, tal como hoy lo conocemos, nació en Inglaterra en el S. XVIII. Pero con anterioridad a esta fecha existieron distintas formas de comunicación social. En la Roma antigua existían distintos medios de información pública, tal es el caso de "Las Actas públicas o actas del pueblo", estas consistían en una serie de tablones donde se entregaban los últimos y más importantes acontecimientos sucedidos en el Imperio.

Con la invención de la imprenta, ya en la Edad Media, aparecieron otras publicaciones periódicas. Estas informaban sobre hechos excepcionales, cuando la ocasión lo requería, tal es el caso del descubrimiento de América.
Los gobiernos de la época pronto comenzaron a utilizar la información como propaganda, desarrollando los temas en un formato de libro y portada ilustrada. La iglesia, por su parte, realiza publicaciones de contenido popular, trataban temas sensacionalistas, monstruos, milagros... y la explicación de los mismos suele ser siempre religiosa.
Desde el 1600 las Gacetas con periodicidad semanal eran impresas por editores privados, pero pronto quedarían bajo la protección de los Estados Absolutos que las utilizarían como medio de propaganda de la monarquía.
Ya en el S. XVIII las empresas periodísticas introdujeron innovaciones técnicas, establecieron una infraestructura informativa para la recepción de noticias y mejoraron los sistemas de distribución, a medida que se desarrollaron las redes del ferrocarril. La "visión comercial" era incorporada al desarrollo de la información, aparece una nueva mentalidad, con un fin lucrativo que permitió modernizar la empresa, reducir costos y aumentar la capacidad productiva.
Cabe destacar que en esta época el 80 por ciento de la población era analfabeta, el público-lector de papeles periódicos era una minoría ilustrada compuesta por nobles y clérigos, miembros de la burocracia real, oficiales del ejército y algunos sectores de la clase media profesional tales como médicos, profesores, abogados, entre otros.
Aunque, más allá de la visión elitista de la prensa del S. XVIII, nos encontramos en los cimientos de ésta y el papel fundamental en la difusión de las ideas, ya sean liberales o conservadoras, pero que en definitiva, relacionan de manera evidente el apego de los medios al poder y la utilización de estos como vehículos de transmisión de una determinada ideología.
Un ejemplo claro de esto, es lo que ocurre "tras la revolución francesa, donde se produjo en toda Europa una reacción conservadora y se impuso de nuevo el absolutismo por lo que lo periódicos liberales tuvieron que dirigir sus esfuerzos a luchar contra él".
Estas publicaciones, de una marcada tendencia política, fueron creadoras de opinión pública y fermento de las instituciones democráticas. Tras el triunfo del liberalismo, todos los países occidentales reconocieron la libertad de expresión y dictaron leyes de prensa.
Se realizaron reformas institucionales, apuntando a la ampliación formal y legal de las libertades públicas, y es, precisamente, "en el ámbito de la prensa uno de los primeros en que se hace sentir la preeminencia lograda por el proyecto modernizador liberal, al aprobarse en 1872 la nueva Ley de Imprenta, la cual consagró la más amplia libertad".
En tanto, en nuestro país, el nuevo marco legislativo instalado a partir de la normativa promulgada en 1872 permite a la prensa un notable desarrollo. "Cada día gana más terreno la información sobre los comentarios y las polémicas de carácter meramente doctrinario".
De esta manera, la prensa en Chile se define a sí misma como informativa, desarrollando un mercado noticioso fuertemente competitivo; recibiendo, sin lugar a dudas, un fuerte apoyo de las innovaciones tecnológicas de la época, específicamente el ferrocarril fundado en Santiago en 1855, "el cual lo podemos catalogar de embrión del nuevo tipo de prensa, y ocupa sin duda, un lugar preponderante en el nuevo espacio comunicacional y cultural".
Para Ossandón y Santa Cruz una suerte de "hegemonía de pensamiento liberal" marcado por un carácter universalista y cosmopolita genera una cultura cotidiana, en donde las elites adoptan nuevas costumbres y las hacen parte de su vida. Se desarrolla un estilo de vida propio de los cánones de la cultura europea, especialmente la Inglesa y Francesa.
Es así, como se forman espacios exclusivos que consolidaron una identidad oligárquica que pronto fue transmitida por los medios de esta "propia elite que monopoliza el poder, representa su situación social en una puesta en escena que opera como vitrina para el resto de la población, es aquí donde genera espacios públicos exclusivos, segrega y excluye, pero al mismo tiempo son cercanos y abiertos a la mirada de los otros.
Prensa y propagandaLa propaganda es definida por Oscar Ochoa como "toda acción organizada para difundir una idea, opinión, doctrina o religión". Es decir, que es un elemento necesario para la difusión de valores, el cambio de actitudes y la información en cuanto a las conveniencias y propuestas de los partidos políticos como cuerpos de doctrina social.
Por otra parte, el autor señala que puede adquirir un fuerte tinte de control al emplearla con un propósito motivacional, el cual difunde argumentos para justificar, persuadir o estimular a que se realicen acciones, en ocasiones mediante la reiteración de determinadas ideas o en los mensajes tendientes a influir en la voluntad de otra persona o grupo de personas.
Un claro ejemplo de ésta situación, se encuentra en el periodismo en tiempo de guerra. Durante la Primera Guerra Mundial los periodistas colaboraron con el ejército y difundieron entre la población noticias falsas e historias heroicas, con el fin de mantener el entusiasmo de la retaguardia y fomentar el odio entre los contrincantes.
Luego, al término de la II Guerra Mundial, los Estados comenzaron directamente a intervenir en el sector informativo, rescatando de la experiencia, "la utilización de los medios informativos en el desempeño de una función al servicio público, protagonizando un rol social frente a la comunidad".

Paralelo a esta situación, los Estados defienden la libertad de expresión y al mismo tiempo establecen normas de control hacia los medios, pero a su vez se convierten en dueños de dichos medios de comunicación, lo que entrega una clara visión del poder que la prensa representa para los intereses de las instituciones públicas.
Finalmente, en los años 70´ el fuerte desarrollo de las nuevas tecnologías aplicadas a los medios de comunicación, crean una crisis de la información, ya que se acentúa la tendencia a la concentración de emisores, en la que hasta nuestros días seguimos inmersos. Esto ha generado verdaderos bloques empresariales, donde priman fuertes intereses económico-políticos detrás de verdaderas industrias de la información.